La sinopsis del libro, extraída de elaleph.com porque este ejemplar no tiene ningún resumen accesible en la contraportada, es la siguiente:

"En Boquitas pintadas, la más famosa de las novelas de Manuel Puig -llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson- se entrecruzan de manera indisoluble pasión y crimen. Imaginada como un folletín, en dieciséis "entregas", cada episodio está precedido por versos de canciones populares, en su mayoría tangos de Alfredo Le Pera. La acción de esta historia de amor se desarrolla en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, entre 1934 y 1968. Como en los radioteatros de la época, aquí se habla permanentemente de lo prohibido a través del ocultamiento o la simulación. En ese doble juego, que es el anverso y el reverso de la envidia y de la hipocresía, se delinea la naturaleza de los personajes y la esencia de esta gran novela, de la que Puig en su primera edición decía: "Es un folletín con el cual, sin renunciar a los experimentos estilísticos iniciados en mi primera novela, intento una nueva forma de literatura popular"."

Este ejemplar me costó un euro en un mercadillo solidario organizado en la Biblioteca Infanta Elena a favor de Madre Coraje. De este autor sólo había leído El beso de la mujer araña, que me había fascinado tanto que leer algo más escrito por él era una asignatura pendiente desde hace mucho. Sin embargo, hay libros que precisan de un estado de ánimo específico para ser disfrutados plenamente y éste debe ser uno de ellos, porque esa amalgama de diálogos y pensamientos, de historias que se solapan, enumeraciones de objetos y gestos, fragmentos de diarios y cartas y todo lo que lo compone no me resultó convincente y no supe disfrutarlo. Todo gira en torno a Juan Carlos y las mujeres de su vida: su egoísmo, su tuberculosis, sus problemas con el juego y con el dinero y cómo influyó en los destinos de las chicas que lo rodeaban, para bien o para mal. Envidias, rencillas, habladurías de pueblo, traiciones e incluso un asesinato, supongo que es la estructura de la narración la que me ha impedido disfrutarlo.

Loclien, un becero madrileño, está de visita en la ciudad y quedaremos para tomar algo y hacer turismo: no sé si será hoy día 15 o mañana 16, pero el caso es que esa tarde dejaré este libro en la Plaza de la Encarnación o bien bajo las setas.

Lo encontre, sobre una papelera, en la puerta de la heladeria Raya. Una calurosa tarde.

Viajo a Canada, lo dejo en el aeropuerto internacional de montreal