Buenos presagios es la única colaboración entre Terry Pratchett y Neil Gaiman, que se juntaron por iniciativa propia a finales de los años 80 para escribir un libro a medias. En él se narra la llegada del Apocalipsis a la Tierra tras el nacimiento del Anticristo, que ahora tiene once años. Sus protagonistas son el demonio Crowley y el ángel Azirafel, que han pasado tanto tiempo en la Tierra que han trabado algo parecido a la amistad, y ven ahora como sus misiones oficiales contribuirán a acabar con un planeta que les ha llegado a gustar.

Crowley y Azirafel deciden echar un ojo al Anticristo y servirle como influencias opuestas, de forma que se posponga la decisión entre el Bien y el Mal que le llevará a acabar con el universo. Pero alguien cambió a los bebés al nacer, y ahora ángel y demonio cuentan con menos de una semana para localizar al Anticristo de verdad y rezar (o maldecir) con la esperanza de poder hacer algo aún. Pero no son los únicos que andan desesperados buscando al chaval, que ha extendido a su alrededor la burbuja de una vida idílica en la campiña inglesa; los cazadores de brujas, los Motoristas del Apocalipsis y las fuerzas del Cielo y el Infierno no lo tendrán nada fácil para localizar a Adam. Sin embargo, todavía existe una copia de la obra medieval Las buenas y ajustadas profecías de Agnes la Chalada, absoluto fracaso de ventas pero con la particularidad de constar únicamente de profecías ciertas, como por ejemplo «non comprades betamacks». Las Profecías podrían ser la única forma de encontrar al Anticristo y provocar, o impedir, el fin del mundo.

El Anticristo, ángeles, demonios, Motoristas del Apocalipsis, Otros Motoristas del Apocalipsis, monjas satánicas, extraterrestres, tibetanos, atlantes, cazadores de brujas y damas de dudosa reputación. Y un perro. Y todo en una novela que, además de ser un relato divertidísimo de los Últimos Días, está escrito por el autor de Sandman y el del Mundodisco.