Novela ganadora del 1º Premio Internacional de Novela Plaza&Janés, se desarrolla en un pueblo minero dominado caciquilmente por una familia castellana, los Almeida, cuya decadencia - representada por la locura de la madre, la esterilidad del hijo mayor y el cretinismo mental del menor -, es símbolo de la degradación de los poderes invasores y de las clases dominantes (casta militar, política y eclesiástica) enfrentadas a la idiosincrasia y actitudes de una población doblegada por la pobreza, la ignorancia y la superstición. Enfrentamiento brutal, violento, apasionado al que, en el espléndido y apocalíptico final del libro, se añadirá la acción de la guerrilla. Con un lenguaje preciso pero sugerente, una inspiración verbal rica en imaginería y de una sensualidad desbordante, y con un ritmo narrativo dinámico que atiende a las necesidades de las contantes yuxtaposiciones de las diversas acciones que entretejen el hilo argumental de la novela sin dejar de recrearse en la voluptuosidad del marco físico en el que se desarrollan, Las Cortes de Coguaya constituye un microcosmos sólo en parte ilocalizable en el tiempo y en el espacio. La presencia de la guerrilla junto con la constante insinuación de pistas al lector acotan, siempre con ambigüedad, los límites temporales de la acción. Por otra parte, el lenguaje - y ahí radica uno de los grandes logros de la novela -, ambivalente y repleto de contrastes, recrea de una forma magistral parte del diálogo, una síntesis del habla popular de las comunidades hispanoparlantes del trópico.

En la estantería de la entrada, al lado del ascensor