"Corren los años veinte del siglo pasado y descubrimos a la pequeña Francie Nolan leyendo sentada en la escalera antiincendios de su casa, a la sombra de un árbol que sólo crece en los barrios más pobres de las grandes ciudades. Poco a poco, la mirada se aleja de la chiquilla para abarcar a la estrafalaria familia Nolan, que malvive en un barrio de Brooklyn. Conoceremos así a sus padres, a su hermano y a la entrañable tía Sissy, que usa a los hombres para aplacar sus instintos maternales.

Francie crece rodeada de los libros que tanto le gustan y pronto empieza a preguntar ya pedirle a la vida algo más que un triste acomodo en la mediocridad. De esas hermosas y tercas ganas de saber nace Un árbol crece en Brooklyn, una novela donde cualquier detalle de la vida doméstica revela un mundo hecho de apuestas y deseos, donde los personajes son tan próximos que nos duelen sus dolores y donde el sueño americano cobra por fin peso y color."

No dudo que el libro está bien escrito y que quien quiera ver el sueño americano (familias probres de inmigrantes que van mejorando su status a cada generación) no tendrá problemas en verlo hecho realidad, pero donde se dice que nos duelen sus dolores han fracasado estrepitosamente en lo que a mí respecta: no he conseguido empatizar en absoluto con los Nolan. Para ser honesta, el libro no es lo bastante sórdido como para que me apenen su hambre ni sus estrecheces, ¡ni siquiera el alcoholismo del padre es lo bastante dramático como para conmover! Supongo que el problema estriba en que, a pesar de todo, son una familia básicamente feliz, que sale adelante con estrecheces pero con salud y cuya situación siempre termina por mejorar. Además, dado que se narra la infancia de una niña, la historia se compone de momentos significativos a lo largo de los años y la prosa es tan dulce que, para mi gusto, le falta intensidad: no conseguí engancharme a la lectura ni implicarme en lo que se me contaba. Todo muy bonito, pero muy frío, ¡así que a la calle con él!

Tengo que coger el autobús al aeropuerto en El Prado de San Sebastián, así que dejaré este ejemplar en la parada correspondiente, sobre las doce y media o la una de la tarde. ¡Suerte con la caza, a quien lo intente!