"Durante incontables siglos encerrado en un sarcófago que no debía abrirse, había esperado pacientemente la oportunidad de vivir de nuevo para poder alimentarse de incautos y fortalecerse. La espera por fin ha terminado. Una vez en el Departamento de Egiptología del Royal Ontario Museum de Toronto, tras arrancar sus descubridores los sellos y hechizos que lo aprisionaban, se apresuró a hacerse con las mentes y las almas de los confiados habitantes de la ciudad, para comenzar a crear un imperio para sí para su dios. Sólo tres personas tienen siquiera una ligera impresión de que algo va mal.

Para Henry Fitzroy, un vampiro de cuatrocientos cincuenta años, todo comenzó con una obsesionante y abrumadora imagen del sol, un terrorífico símbolo de muerte para alguien como él. Temiendo por su cordura, pidó ayuda a su amante ocasional y compañera de investigaciones sobrenaturales, Vicki Nelson. Y mientras ambos luchaban por hacer frente a la obsesión de Henry, el mejor amigo y antiguo compañero de Vicki, el detective Mike Celluci, seguía la huella de dos misteriosas muertes en el museo, convencido de que eran asesinatos y no accidentes y convencido también de que el asesino era una momia resucitada entre los muertos."

Si esta sinopsis no convence a quien sea de que este libro no se caracteriza precisamente por su calidad literaria, no sé qué podría hacerlo... Es el tercero de la saga de Vicki Nelson, una expolicía que tuvo que dejar el cuerpo porque una retinitis pigmentosa la está dejando ciega y que en la primera entrega de sus aventuras como investigadora privada se encuentra con un vampiro que se gana la vida escribiendo novelas rosa. Es curioso encontrar una protagonista tan excesivamente masculina, vértice de un triángulo amoroso que mantiene sin ocultarle a los otros dos que no tiene intención de comprometerse con ninguno porque está bien jugando a dos bandas, tan sumamente autosuficiente. En este aspecto, el libro se aleja mucho de todos los estereotipos de personaje femenino entre vampiros, porque pocas veces la Nelson está totalmente indefensa (e incluso, cuando lo está, es una mujer de recursos). Por otro lado, la historia del vampiro es tirando a típica, a excepción de su ocupación como escritor de novelas rosa, y Celluci es humano, sí, pero el típico policía honesto, cabezota y concienzudo, casi el análogo de Vicki en masculino.

La novela no deja de ser un puro entretenimiento: narrativa ágil, sencilla, algún pasaje tópico, una acción de película de serie B, casi risible. Estupenda para una tarde de calor con la neurona en un cajón.

Como viene siendo costumbre, liberaré el libro en la estación de metro de Parque de los Príncipes, que a pesar de su nombre está en la Avenida República Argentina, sobre las ocho y media de la mañana. No puedo especificar si será abajo en los andenes o arriba, porque a estas alturas de la vida aún me da vergüenza que me vean soltando libros :$ ¡Suerte con la caza, si alguien se anima!