"En una serie de viñetas y anécdotas de trazos tan vigorosos como deternillantes, Rebecca Wells retrata con desparpajo y ternura los estrambóticos avatares de una familia y una comunidad de la Luisiana rural. Una galería de personajes singulares (al perfume de magnolia o sazonados con tabasco) cuyos inevitables trapos sucios familiares van desvelando esa tragicómica capacidad humana de perdonar y curarse a través del amor. Pequeña joya literaria donde las haya, Pequeños altares transmite las emociones y los sentimientos en estado puro, enraizándolos en la cultura criolla (un microcosmos tan grotesco como cualquiera) y convirtiendo el humor en un afilado bisturí para diseccionar la siempre contradictoria naturaleza humana."

Estoy intentando hacer limpieza en las estanterías y encuentro libros que no recuerdo haber leído, aunque sé que los que hay en el piso de la playa están allí porque he querido conservarlos. Saqué Pequeños altares del mueble, miré la portada y ninguna de mis neuronas de dio por aludida; leí la sinopsis y todo mi cerebro siguió a oscuras; empecé a leerlo y me pregunté cómo porras se me había ocurrido dejar eso en mi casa. Siddalee Walker forma parte del grupo de las niñas populares y su madre es una mujer dicharachera y divertida que aún sale con la pandilla de su juventud, las Ya-Yás. Todo tan perfecto, tan maravilloso, tanta felicidad, que no cuadraba en absoluto con las novelas que me gustan. Como me jacto de no dejar un libro sin terminar, seguí.

A la historia de Siddalee siguen los capítulos dedicados a sus hermanos (Pequeño Shep, Lulu y Baylor). Si Baylor describe la felicidad de unas vacaciones de verano, en una cabaña, con baños en el río y esponjitas tostadas en la fogata, su hermano mayor describe una travesura en casa de la abuela y dulce recuerdo infantil es más bien turbio: la abuela es una católica que los obliga a rezar continuamente y tiene una perrilla faldera a la que ha vuelto tan inestable como ella. Siddalee hace su lista de pecados y éste es sólo el primer síntoma de que una madre alocada puede resultar divertido desde fuera, pero que hace falta un poco de madurez para criar a cuatro niños.

Poco a poco, con el testimonio de cada uno, en distintos años, se descubre que no fue una infancia tan idílica. Mientras empieza a destaparse el dolor, vemos también cómo es el Sur de campos de algodón y negros, colegios de monjas, mujeres destinadas a ser hermosas sin más, una alta sociedad que ha educado a sus herederos en la abundancia y no saben afrontar las responsabilidades. El libro se torna más amargo y hay un par de capítulos devastadores. Comprendí por qué no había liberado este ejemplar y aún seguía en el piso de la playa, pero es el momento de hacer hueco a otros libros.

No me entretengo en describir nada porque estoy haciendo limpieza en las estanterías y son muchos libros para registrar y hacer nota de liberación... Éste se va para Madrid, si la empresa de mensajería no lo extravía por el camino.

Para conmemorar el día del libro 2021. Una liberación bookcrossing extraña en estos tiempos de COVID.
En el Paseo de Recoletos de Madrid.
Disfruta de la lectura
¡¡Feliz lectura!!
¡¡Buen viaje
Enjoy!!