Las Horas
Registered by isis-osiris on 11/21/2003
7 journalers for this copy...
Un poco lioso, pero agradable al fin y al cabo
Lista del Bookring:
Rilke (Sevilla)
vane14hc (Santander)
Estel (Barcelona)
kub (Barcelona)
-Lia- (Barcelona)
Grial (Sant Cugat, Barcelona)
Sortomasseta (Mallorca)
akelos (Madrid)
portegag2 (Bilbao)
vane14hc (Santander)
Saludos a todos los que lo lean!!!
Isis
Lista del Bookring:
Rilke (Sevilla)
vane14hc (Santander)
Estel (Barcelona)
kub (Barcelona)
-Lia- (Barcelona)
Grial (Sant Cugat, Barcelona)
Sortomasseta (Mallorca)
akelos (Madrid)
portegag2 (Bilbao)
vane14hc (Santander)
Saludos a todos los que lo lean!!!
Isis
me ha llegado d isis,q amablemente me lo envió x ser el primero en el bookring
el BR sigue hacia santander.Un libro muy interesante.Se lo mando a vane14hc
Recibido en casa ayer por la noche. En cuanto acabe el que estoy leyendo empiezo con este para ir rapidito.
Por cierto, acabo de ver que en la lista de este Bring estoy la segunda y la última :) Lo daré por leido con esta vez, no hace falta que me lo volvais a enviar ;)
Por cierto, acabo de ver que en la lista de este Bring estoy la segunda y la última :) Lo daré por leido con esta vez, no hace falta que me lo volvais a enviar ;)
Pues yo no he podido con él. Llevo unas cuantas páginas, y no consigo enterarme de qué va el libro este, ni meterme en la historia.
Es cierto que últimamente no consigo engancharme con ningún libro, asi que volveré a intentar este cuando tenga una racha de mas concentración, o mas tiempo para leer tranquilamente.
De momento, se lo mando a Estel en cuanto pueda.
Es cierto que últimamente no consigo engancharme con ningún libro, asi que volveré a intentar este cuando tenga una racha de mas concentración, o mas tiempo para leer tranquilamente.
De momento, se lo mando a Estel en cuanto pueda.
Estel ya tiene el libro, asi que probaré con Kub, a ver si lo quiere.
Bueno, por fin he conseguido encontrar la oficina de Correos abierta.
Salió ayer de viaje. ¡¡Que siga el Bring!!
Salió ayer de viaje. ¡¡Que siga el Bring!!
Fantastico libro ! Al principio se me hizo un poco duro, pero más adelante el ritmo se aligera y cuenta, con una sensibilidad extraordinaria, la vida entrelazada de tres mujeres, sus vidas se cruzarán y coincidirán, sin conocerse nunca .........
ya lo he pasado :-)
ya lo he pasado :-)
caracol-osvaldo se ha dado de baja de la lista, asi que Sortomasseta deberá pasarlo directamente a akelos. Ya lo he modificado en la lista del Bookring.
Saludos
Isis
Saludos
Isis
Siento no haber hecho el journal entry antes.
Ya hace tiempo que leí el libro y lo "olvidé" en mi estanteria, lo siento, ahora mismo le mando un pm al siguiente de la lista.
Journal Entry 12 by Grial from Sant Cugat del Vallès, Barcelona Spain on Wednesday, February 23, 2005
Acabo de recibir el libro, en seguida me pongo ojos a la obra...además me viene de perilla, acabo de leer la semana pasada "La Señora Dalloway" de Virginia Woolf.
Me ha encantado...aunque creo imprescindible haberse leído antes la "Sra Dalloway" para entender la novela de Cunningham, en toda su amplitud.
Genial.
Listo par apasar a Sortomasseta.
Genial.
Listo par apasar a Sortomasseta.
Ta' en casa, ahora lo tiene que leer mi novio, que para él lo pedí.
Paciencia, que está liado y lee con calma pero saboreando.
Muchas gracias
Paciencia, que está liado y lee con calma pero saboreando.
Muchas gracias
Bueno, muchas gracias por la paciencia a la propietaria.
Lo cierto es que el libro lo pillé para que lo leyese mi novio, yo ya lo había leído en inglés, pero tras meses en la mesilla, hace poco lo cogí yo y ya lo he terminado, y él no lo va a leer, vamos, si es que no lo pilla antes de que empiece los trámites para mandarlo de vuelta.
A ver, como he visto la peli y esta me gusta muchísimo, diré que sale perdiendo, especialmente en el desenlace, la peli lo borda, el libro supera la exposición.
Un libro muy interesante, fácil de leer pero con intención de transmitir más allá de simplezas, y penetrando en personajes y situaciones ordinarias, pero dramáticas.
Copio algunos textos:
Clarissa Dalloway, piensa, se matará por un motivo que en apariencia, en la superficie, es sumamente nimio. Su fiesta será un fracaso, o bien su marido se negará una vez más a advertir algún esfuerzo que ella haya realizado para mejorar su persona o el hogar . La maña consistirá en transmitir intacta la magnitud de la desesperación mínima pero muy real de Clarissa; en convencer por entero al lector de que, para ella, las derrotas domésticas son igual de devastadoras que las batallas perdidas para un general.
Virginia franquea la puerta. Tiene pleno dominio del personaje llamado Virginia Woolf, y en calidad de tal se quita la capa, la cuelga y baja a la cocina para hablar con Nelly del almuerzo.
En la cocina, Nelly está enrollando una masa. Nellyes ella misma, siempre es ella misma; siempre grande y colorada, regia, indignada, como si su vida hubiese transcurrido en una era de gloria y decoro que acabara, para siempre, unos diez minutos antes de que tú entraras en el cuarto. A Virginia le maravilla Nelly. ¿Cómo se acuerda, cómo consigue, todos los días ya todas horas, ser exactamente la misma persona?
Nunca peleamos. Era una cena en algún sitio, hace un año o más. Habían cenado alguna clase de pescado, medallo- nes gruesos en un charco de salsa amarilla brillante (todo parecía entonces bañado en un charco de salsa de colores vivos). Nunca peleamos. Es verdad. Discuten, se enfurruñan, pero nunca explotan, no gritan ni lloran, nunca rompen un plato. Siempre ha lado la impresión de que no se han peleadc todavía; le que son demasiado nuevas para una guerra sin quartel; de que continentes inexplorados se abrirán :nte ellas en cuanto hayan concluido sus negocia- iones iniciales yestén suficientemente seguras de la ompañía mutua para soltar amarras. ¿Qué habría estado pensando? Ella y Sally pronto celebrarán su ecimoctavo aniversario juntas. Son una pareja que nunca riñe.
Es posible morir. De repente, Laura piensa en que ella -cualquiera- puede elegir esa opción. Es un pensamiento osado y vertiginoso, ligeramente incorpóreo; se le anuncia en el interior de la cabeza, débil pero claro, como una voz que crepita en una lejana emisora de radio. Podría tomar la decisión de morir. Es una idea abstracta y fulgurante, no especialmente morbosa. ¿No es en habitaciones de hotel donde la gente hace esas cosas? Es posible, hasta probable, que alguien haya puesto fin a su vida aquí mismo, en
-esta habitación, en esta cama. ~e alguien haya dicho: basta, ya no más; que haya mirado por última vez estas paredes blancas, este techo blanco y liso. Ella comprende que, al entrar en un hotel, abando- nas los detalles de tu propia vida y penetras en una - zona neutra, una habitación blanca y limpia, donde 171 morir no parece un acto tan absolutamente extraño. Podría ser, piensa, profundamente consolador;
podría ser una acción tan libre: dejarse ir, simple- mente. Decirles a todos que no podía aguantar, no os hacéis idea; no quise intentarlo más. Tal vez hu- biese, piensa, una belleza atroz en ese acto, como un campo de hielo o un desierto en la mañana tempra- no. Ella entraría, como si dijéramos, en aquel otro paisaje; los dejaría a todos, a su hijo, a su marido ya Kitty , a sus padres, a todos, en este mundo maltre- cho (nunca volvería a ser completo, nunca estaría limpio del todo), y cada cual diría al otro ya quien- quiera que preguntase: «Creíamos que ella se encon- traba bien, que sus cuitas eran las normales. No sabíamos nada».
Recorre la calle Diez con las rosas en la mano, exultante, y cuando entra en el apartamento está ligeramente excitada. ¿Cuánto tiempo hace que no han hecho el amor?
-Ey-llama-.
¿Estás en casa? -
Aquí dentro -responde Clarissa, y Sally nota en su voz que algo no va bien. ¿Está apunto de caer en una de esas emboscadas que sazonan su convivencia? ¿Ha entrado, con su ramo de flores y su deseo na- ciente, en una escena de incordio doméstico, y el mundo se ha vuelto gris y malsano porque, una vez más, ella ha dado prueba patente de su egoísmo y ha dejado algo sin hacer, no ha limpiado algo, ha olvi- dado alguna llamada importante? Su alegría se esfu- maj su lujuria se evapora. Entra en el cuarto de estar con las flores.
-¿Qué pasa? -le dice a Clarissa, que está sentada en el sofá, meramente sentada, como si estuviese en la sala de espera de un médico. Mira a Sally con una ex- presión singular, más desorientada que dolida, como si no estuviera totalmente segura de quien es, y Sally tiene un fugaz presentimiento del declive que se acerca. Si las dos sobrevivieran el tiempo suficiente, si permaneciesen juntas, se obervarán mutuamente marchitarse.
Coge el frasco del estante, lo sostiene a la luz. Dentro hay, como poco, treinta píldoras, quizá más. Vuelve a dejarlo en la repisa.
Sería tan fácil como registrarse en un hotel. Tan sencillo como eso. Piensa en lo maravilloso que sería que ya nada tuviera importancia. Piensa en lo mara- villoso que sería no preocuparse ya más, no luchar ni fracasar .
¿ y si aquel momento de la cena -aquel contrape- so, aquella perfección- fuera suficiente? ¿Y si decidieses no querer ninguno más?
Sí, piensa Clarissa, ya es hora de que termine el día. Organizamos fiestas; abandonamos a nuestras familias para vivir solos en Canadá; con gran trabajo escribimos libros que no cambian el mundo, a pesar de nuestras dotes, sin escatimar esfuerzos, ya pesar de nuestras esperanzas más descabelladas. Vivimos nuestra vida, hacemos lo que hacemos y luego dor- mimos: es tan sencillo y vulgar como esto. Unos pocos se tiran por la ventana o mueren ahogados o toman pastillas; más personas mueren a causa de accidentes; y la mayoría de nosotros, la gran mayo- ría, somos devorados lentamente por alguna enfer- medad o, si tenemos mucha suerte, por el tiempo mismo. El único consuelo que tenemos es esta hora o aquella en que nuestra vida, contra toda probabili- dad y contra toda expectativa, se abre de pronto y nos da todo lo que hemos imaginado, aunque todos, menos los niños (y quizás ellos también), sabemos que a esas horas, inevitablemente, les seguirán otras, mucho más oscuras y más arduas. Apreciamos, no obstante, la ciudad, la mañana; por encima de todo, confiamos en que sigan existiendo.
Solo el cielo sabe por qué las amamos tanto.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Muchas gracias Vane
Lo cierto es que el libro lo pillé para que lo leyese mi novio, yo ya lo había leído en inglés, pero tras meses en la mesilla, hace poco lo cogí yo y ya lo he terminado, y él no lo va a leer, vamos, si es que no lo pilla antes de que empiece los trámites para mandarlo de vuelta.
A ver, como he visto la peli y esta me gusta muchísimo, diré que sale perdiendo, especialmente en el desenlace, la peli lo borda, el libro supera la exposición.
Un libro muy interesante, fácil de leer pero con intención de transmitir más allá de simplezas, y penetrando en personajes y situaciones ordinarias, pero dramáticas.
Copio algunos textos:
Clarissa Dalloway, piensa, se matará por un motivo que en apariencia, en la superficie, es sumamente nimio. Su fiesta será un fracaso, o bien su marido se negará una vez más a advertir algún esfuerzo que ella haya realizado para mejorar su persona o el hogar . La maña consistirá en transmitir intacta la magnitud de la desesperación mínima pero muy real de Clarissa; en convencer por entero al lector de que, para ella, las derrotas domésticas son igual de devastadoras que las batallas perdidas para un general.
Virginia franquea la puerta. Tiene pleno dominio del personaje llamado Virginia Woolf, y en calidad de tal se quita la capa, la cuelga y baja a la cocina para hablar con Nelly del almuerzo.
En la cocina, Nelly está enrollando una masa. Nellyes ella misma, siempre es ella misma; siempre grande y colorada, regia, indignada, como si su vida hubiese transcurrido en una era de gloria y decoro que acabara, para siempre, unos diez minutos antes de que tú entraras en el cuarto. A Virginia le maravilla Nelly. ¿Cómo se acuerda, cómo consigue, todos los días ya todas horas, ser exactamente la misma persona?
Nunca peleamos. Era una cena en algún sitio, hace un año o más. Habían cenado alguna clase de pescado, medallo- nes gruesos en un charco de salsa amarilla brillante (todo parecía entonces bañado en un charco de salsa de colores vivos). Nunca peleamos. Es verdad. Discuten, se enfurruñan, pero nunca explotan, no gritan ni lloran, nunca rompen un plato. Siempre ha lado la impresión de que no se han peleadc todavía; le que son demasiado nuevas para una guerra sin quartel; de que continentes inexplorados se abrirán :nte ellas en cuanto hayan concluido sus negocia- iones iniciales yestén suficientemente seguras de la ompañía mutua para soltar amarras. ¿Qué habría estado pensando? Ella y Sally pronto celebrarán su ecimoctavo aniversario juntas. Son una pareja que nunca riñe.
Es posible morir. De repente, Laura piensa en que ella -cualquiera- puede elegir esa opción. Es un pensamiento osado y vertiginoso, ligeramente incorpóreo; se le anuncia en el interior de la cabeza, débil pero claro, como una voz que crepita en una lejana emisora de radio. Podría tomar la decisión de morir. Es una idea abstracta y fulgurante, no especialmente morbosa. ¿No es en habitaciones de hotel donde la gente hace esas cosas? Es posible, hasta probable, que alguien haya puesto fin a su vida aquí mismo, en
-esta habitación, en esta cama. ~e alguien haya dicho: basta, ya no más; que haya mirado por última vez estas paredes blancas, este techo blanco y liso. Ella comprende que, al entrar en un hotel, abando- nas los detalles de tu propia vida y penetras en una - zona neutra, una habitación blanca y limpia, donde 171 morir no parece un acto tan absolutamente extraño. Podría ser, piensa, profundamente consolador;
podría ser una acción tan libre: dejarse ir, simple- mente. Decirles a todos que no podía aguantar, no os hacéis idea; no quise intentarlo más. Tal vez hu- biese, piensa, una belleza atroz en ese acto, como un campo de hielo o un desierto en la mañana tempra- no. Ella entraría, como si dijéramos, en aquel otro paisaje; los dejaría a todos, a su hijo, a su marido ya Kitty , a sus padres, a todos, en este mundo maltre- cho (nunca volvería a ser completo, nunca estaría limpio del todo), y cada cual diría al otro ya quien- quiera que preguntase: «Creíamos que ella se encon- traba bien, que sus cuitas eran las normales. No sabíamos nada».
Recorre la calle Diez con las rosas en la mano, exultante, y cuando entra en el apartamento está ligeramente excitada. ¿Cuánto tiempo hace que no han hecho el amor?
-Ey-llama-.
¿Estás en casa? -
Aquí dentro -responde Clarissa, y Sally nota en su voz que algo no va bien. ¿Está apunto de caer en una de esas emboscadas que sazonan su convivencia? ¿Ha entrado, con su ramo de flores y su deseo na- ciente, en una escena de incordio doméstico, y el mundo se ha vuelto gris y malsano porque, una vez más, ella ha dado prueba patente de su egoísmo y ha dejado algo sin hacer, no ha limpiado algo, ha olvi- dado alguna llamada importante? Su alegría se esfu- maj su lujuria se evapora. Entra en el cuarto de estar con las flores.
-¿Qué pasa? -le dice a Clarissa, que está sentada en el sofá, meramente sentada, como si estuviese en la sala de espera de un médico. Mira a Sally con una ex- presión singular, más desorientada que dolida, como si no estuviera totalmente segura de quien es, y Sally tiene un fugaz presentimiento del declive que se acerca. Si las dos sobrevivieran el tiempo suficiente, si permaneciesen juntas, se obervarán mutuamente marchitarse.
Coge el frasco del estante, lo sostiene a la luz. Dentro hay, como poco, treinta píldoras, quizá más. Vuelve a dejarlo en la repisa.
Sería tan fácil como registrarse en un hotel. Tan sencillo como eso. Piensa en lo maravilloso que sería que ya nada tuviera importancia. Piensa en lo mara- villoso que sería no preocuparse ya más, no luchar ni fracasar .
¿ y si aquel momento de la cena -aquel contrape- so, aquella perfección- fuera suficiente? ¿Y si decidieses no querer ninguno más?
Sí, piensa Clarissa, ya es hora de que termine el día. Organizamos fiestas; abandonamos a nuestras familias para vivir solos en Canadá; con gran trabajo escribimos libros que no cambian el mundo, a pesar de nuestras dotes, sin escatimar esfuerzos, ya pesar de nuestras esperanzas más descabelladas. Vivimos nuestra vida, hacemos lo que hacemos y luego dor- mimos: es tan sencillo y vulgar como esto. Unos pocos se tiran por la ventana o mueren ahogados o toman pastillas; más personas mueren a causa de accidentes; y la mayoría de nosotros, la gran mayo- ría, somos devorados lentamente por alguna enfer- medad o, si tenemos mucha suerte, por el tiempo mismo. El único consuelo que tenemos es esta hora o aquella en que nuestra vida, contra toda probabili- dad y contra toda expectativa, se abre de pronto y nos da todo lo que hemos imaginado, aunque todos, menos los niños (y quizás ellos también), sabemos que a esas horas, inevitablemente, les seguirán otras, mucho más oscuras y más arduas. Apreciamos, no obstante, la ciudad, la mañana; por encima de todo, confiamos en que sigan existiendo.
Solo el cielo sabe por qué las amamos tanto.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Muchas gracias Vane