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Maricomic

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El tercer Debate sobre el Estado de la Ciudad de Alicante durante este mandato fue como una novela de caballerías: previsible. La trama, la normal entre buenos y malos, sin matices ni medias tintas. Salvo la peculiaridad de que en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Alicante no fue posible diferenciar porque cada concejal que intervino se autoproclamó como un paladín y acusó a los contrarios de representar la esencia misma de la villanía, algo alejado del estándar de las novelas del género, en las que si hay algo claro es quiénes son los malos y quiénes, los buenos.

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Tan previsible fue todo, que, pese a que las intervenciones se trajeron escritas desde el correspondiente despacho, y nada se dejó a la improvisación; la lectura pública de los discursos -tanto desde el equipo de gobierno del PP, como desde la oposición (PSOE, Ciudadanos, Guanyar Alacant y Compromís)- casaba a la perfección como si los portavoces de los grupos políticos se hubieran puesto de acuerdo, algo por otra parte inimaginable, y hubieran acoplado sus suertes dialécticas como si todo hubiera salido de la misma pluma. Leía uno una crítica, leía el contrario la defensa como en un sincronizado ballet de esgrima.

Una lástima, porque en semejante debate de lecturas se perdió uno de los mejores oradores que tiene, o tenía, el Ayuntamiento de Alicante: el alcalde, Luis Barcala, con permiso de su compañero en el PP Carlos Castillo. Barcala leyendo no ofrece la mejor versión de sí mismo y así lo demostró recientemente, por el 9 d'octubre, cuando se atrevió con un fragmento de Tirant lo Blanch de Joanot Martorell. Tampoco le fue nada bien hace unos días en un acto público en Las Cigarreras, donde se trabó con un discurso que reconoció que le habían escrito y que no entendía de tan técnico que era. Incomprensiblemente, en su primer Debate sobre el Estado de la Ciudad como alcalde, repitió el error y defraudó.

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La fina y mordaz ironía que caracterizaba sus intervenciones improvisadas cuando estaba en la oposición, las ingeniosas frases con doble sentido que empleaba como portavoz del grupo municipal del PP y la agilidad verbal con la que contraatacaba en los plenos, desaparecieron ayer sustituidas por la lectura nada natural de dos escritos, el segundo de ellos más recitado que leído, en un tono, además, que invitaba a desconectar, ya que daba la sensación de estar cumpliendo con una formalidad. ¿Qué le pasa a Barcala? ¿Seis meses en la Alcaldía-se cumplen hoy, según él mismo recordó- pueden transformar tanto a un hombre? «El problema que tiene usted es que demasiados de sus concejales no reman en su misma dirección y por eso se le ve tan nervioso», apuntó el portavoz de Compromís, un crecido Natxo Bellido.

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El alcalde trató de exhibir bíceps en la gestión realizada desde abril por el PP al frente del Ayuntamiento, pero no lo logró por cómo lo hizo. Leer un papel, con la vista hacia abajo, sin mirar a la gente, sin hablar de frente no es lo más estimulante. Esta actitud no le ayudó cuando procedió a recitar deprisa y corriendo, en los estertores de la sesión plenaria, su adelanto de programa electoral, todo lo que quiere para el futuro de Alicante porque «hoy estamos mejor que ayer pero menos que mañana», que nos devolvió al eslogan usado décadas atrás para vender la medalla del amor por el Día de la Madre y el Día de San Valentín.

El tono fue más propio de quien quiere acabar cuanto antes una tarea que le resulta penosa que de un alcalde ilusionado con sus planes de futuro. La enumeración de proyectos no sonó sincera. El hecho de que incluyera todo lo que debería estar acabado ya en Alicante desde hace décadas, todo lo que se debería hacer, todo lo que la ciudad necesita, todo lo que merece y todo lo que se puede soñar; no le favoreció a la hora de lograr lo que persigue todo político que lidera un proyecto: resultar convincente. Cualquier candidato a la Alcaldía, del partido que sea, suscribiría lo que dijo Barcala y entre lo recitado no se vislumbraron novedades ni planteamientos deslumbrantes.

Barcala podía haber desgranado lo que piensa hacer para la ciudad hasta el mes de mayo, cuando se tienen que celebrar las elecciones municipales, pero decidió adelantar el momento de la precampaña y meterla directamente en el Salón de Plenos ayer, con frases que parecían eslóganes para testar la aceptación entre el electorado: «Alicante tiene futuro, sus problemas tienen solución».

Ya fuera del pleno el alcalde, como se esperaba, descartó que vaya a relevar de sus funciones -Urbanismo, Turismo, Educación y portavocía- a la concejal María Carmen de España, sobre cuya ineficacia hubo, algo que no es frecuente, coincidencia entre los portavoces de Compromís («Siempre nos da la misma respuesta, no sabe, no contesta»), Guanyar, Miguel Ángel Pavón («Es un caso de ineptitud»); y Ciudadanos, Yaneth Giraldo («No es nada personal, pero todo lo pospone»).

Parte de la respuesta de De España dejó boquiabierta a la concurrencia: «Hemos tenido que hacer terapia para recuperar la confianza de los funcionarios». No concretó la edil del PP el tipo de terapia que han seguido, pero hay que darse por satisfechos con un reconocimiento semejante tan explícito. Asombro causó también la portavoz del PSOE, Eva Montesinos, quien aseguró del edil del PP Carlos Castillo que es «el único miembro del PP con iniciativas novedosas, aunque es cierto que no nos gustan algunas», dándole de esta manera un zarpazo en toda regla. Lances de la caballería.

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