Eros es más
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De la contraportada: "Juan Antonio González-Iglesias (Salamanca, 1946) ha publicado La hermosura del héroe (1994, Premio Vicente Núñez), Este es mi cuerpo (Visor, 1997), Un ángulo me basta (Visor, 2002 Premio Internacional Generación del 27) y Olímpicas (2005). Ha traducido libros de Ovidio, anónimos romanos, Horacio, Catulo, James Laufhlin, Stendhal y Sabastiano Grasso, todos en torno al amor. Estudió en Salamanca, Florencia y París. Es profesor titular de filología latina y asesor de creación literaria en la Universidad de Salamanca. Ha sido profesor y visitante en universidades americanas y fue crítico literario en ABC y El País.
Hay algo en el amor
Hay algo en el amor que pertenece
a este mundo. En los múltiples
instantes en que todo
tiene sentido desde que llegaste,
en toda la materia de pronto convertida,
en regalo, paredera que pisamos,
terraza que se asoma o muralla que guarda,
también en la dulzua de los días,
en la rutina humilde de tenerte,
a mi lado,
lo noto.
Pero algo en el amor no es de este mundo.
Algo que no es abstracto.
Lo pruebo, por ejemplo, en la temperatura
de tu piel, cada vez que nos quedamos
dormidos juntos, y cada mañana
en que no espero más que tu primer
beso, cuando recobras
a ciegas tu lugar en mis brazos.
Entonces se anticipa lo que un día tendremos
definitivamente.
Para poder nombrarlo
se me hace necesaria la noción de solsticio.
No lo razono más. Es una especie
de primicia.
(Página 75)
Hay algo en el amor
Hay algo en el amor que pertenece
a este mundo. En los múltiples
instantes en que todo
tiene sentido desde que llegaste,
en toda la materia de pronto convertida,
en regalo, paredera que pisamos,
terraza que se asoma o muralla que guarda,
también en la dulzua de los días,
en la rutina humilde de tenerte,
a mi lado,
lo noto.
Pero algo en el amor no es de este mundo.
Algo que no es abstracto.
Lo pruebo, por ejemplo, en la temperatura
de tu piel, cada vez que nos quedamos
dormidos juntos, y cada mañana
en que no espero más que tu primer
beso, cuando recobras
a ciegas tu lugar en mis brazos.
Entonces se anticipa lo que un día tendremos
definitivamente.
Para poder nombrarlo
se me hace necesaria la noción de solsticio.
No lo razono más. Es una especie
de primicia.
(Página 75)