"Una oscura y fría noche de otoño una joven desaparece sin dejar rastro en la pequeña isla de Sandhamn. La organización de la investigación iniciada para encontrar a la muchacha recae sobre Thomas Andreasson, inspector de la policía de Nacka, que tiene bajo su jurisdicción el archipiélago al que pertenece Sandhamn. Sin embargo, el mal tiempo dificulta las tareas de búsqueda y la policía se ve obligada a abandonarlas, aun sabiendo que eso implica perder todas las esperanzas de encontrar a la joven con vida.

Apenas unos meses más tarde, el invierno cubre Sandhamn con una gélida y blanca capa de nieve. La isla es el destino que Nora Linde ha escogido para viajar con sus hijos, tras descubrir que su marido le era infiel. Pero en Sandhamn no va a encontrar la paz deseada. Un día los chicos se adentran en el bosque alegremente sin imaginar la macabra sorpresa que allí les espera y que no van a olvidar jamás.

¿Quién se puede ensañar así con una víctima inocente? Thomas Andreasson hará lo imposible por resolver este enigma."

No había leído con anterioridad nada de esta autora, pero encontré este libro por 5,95 euros en el VIPs de República Argentina y decidí darle una oportunidad. No sabía que era el tercero ambientado en Sandhamn, aunque eso confiere lógica a las historias personales de quienes intervienen: son amigos de antaño, han vivido experiencias traumáticas juntos que imagino narradas en las novelas previas y se dejan situaciones sin resolver que imagino que hallarán respuesta en próximas entregas. Es como ver una serie de televisión en la que la verdadera trama no es el asesinato, que sólo es el telón de fondo para que veamos las interacciones y peripecias de los protagonistas.

Entre capítulo y capítulo se inserta la historia de Thorwald, un desdichado crío que nació en la isla un siglo antes. Como en uno de dichos capítulos su padre lo viste de niña, ya me imaginaba al psicópata convertido en asesino en serie, pero no conseguía encajar al hombre más que centenario en la escena del crimen. No obstante, la autora consigue encajarlo todo.

En una clase de escritura de relatos, la profesora nos contó que al lector hay que crearle unas expectativas y no defraudarlo. Mencioné Canción de hielo y fuego y la tendencia a matar personajes por los que el lector siente cariño, que identifica como buenos y para los que espera un final satisfactorio y no la muerte. La profesora lo tildó como excepción. La historia de Thorwald es otra de esas excepciones: no hay compasión para él en ningún momento. Quizá un par de capítulos que alivian un tanto su estado, pero apenas son un respiro en su vida. Supongo que es necesario para el desarrollo de la novela que todo sea tan desesperanzador, en caso contrario no se llegaría al desenlace que se propone.