"Bartolomé Esteban Murillo no fue sólo un artista famoso y considerado en vida, cosa rara en la España del s. XVII, sino que su renombre se fue acrecentando con los años. El siglo XVIII, elegante y delicado, gustó de sus obras, y en el s. XIX se convirtió en uno de los pintores preferidos de la generación romántica europea.

Intérprete del espíritu popular andaluz, y del sevillano en particular, Murillo supo retratar en sus escenas religiosas o profanas una serie de personajes, réplica de los que se podían contemplar en las calles hispalenses de su época.

Excepcional dibujante, captó como pocos el movimiento y el dinamismo del barroco, trasladándolo al lienzo en composiciones llenas de armonía.

Maestro de la luz, con un innato sentido del color, crea atmósferas de armoniosa luminosidad que rehúyen los contrastes violentos. Utilizando suaves transiciones, alcanza espléndidos efectos de perspectiva aérea, sólo superados por el pincel de Velázquez, su paisano.

No fue exclusivamente el pintor de las Inmaculadas, como generalmente se le conoce, sino también, y sobre todo, de escenas llenas de ternura y afectividad, sencillas y naturales, que cautivaron pronto el ánimo de todos. En todas ellas, se refleja un sentido pleno de calor, gracia y belleza, tan próximas a la sensibilidad popular y tan lejanas de la frialdad de otros pintores de la escuela andaluza."

Este libro procede de una donación: lo expulsaron de la estantería en la que estaba porque tenían que pintar la habitación, así que sale de casa para buscar alguien que lo acoja.

Como estoy de vacaciones, no puedo garantizar que me levante temprano, pero la intención es salir con la bici antes de que apriete el calor y dejar estos libros en la Glorieta de Rodríguez Marín del Parque de María Luisa sobre las nueve y media de la mañana.