"'Cada noche que pasaba a la cabecera de un hombre enfermo me situaba frente a unas preguntas sin respuesta: el dolor y sus fines, la benignidad de la naturaleza o su indiferencia, y la de si el alma sobrevive al naufragio del cuerpo'. En la linde entre la Edad Media y el Renacimiento, el médico, filósofo y alquimista Zenón estudia los astros, la fusión de los metales o la circulación de la sangre, desafiando a la Inquisición, aunque lo que persigue es el Opus Nigrum, fórmula alquímica que explica la experiencia de disolución de las formas y, quizá, un símbolo de las fuerzas del espíritu para liberarse de la materia."

Hace mucho que leí Memorias de Adriano y me encantó, así que cuando encontré este ejemplar muy barato entre libros de saldo fue el nombre de la autora el que me impulsó a comprarlo. Supongo que me pilló en una época de mayor inquietud que ésta y, por tanto, Opus nigrum no me dio lo que necesitaba en aquel momento y me pareció un tostón que no contaba nada. No sé por qué lo guardé, supongo que fue por lo mucho que me gustó el otro libro de Yourcenar... Sin embargo, haciendo limpieza en las estanterías, decidí releerlo antes de soltarlo y, para mi sorpresa, he disfrutado muchísimo. ¿Cómo pude pensar que no pasaba nada, cuando todo el retrato de una época? La religión católica se las ve con luteranos, anabaptistas, calvinistas y derivados, pero además se enfrenta al humanismo, a la ciencia, incluso a máquinas que pueden desplazar al hombre de su trabajo. En una época en la que la respuesta fácil (y obligada) es la voluntad divina, tener inquietudes intelectuales es peligroso, pero el protagonista busca un por qué convincente aunque suponga herejía y a ello se lanza.

La novela empezó a gustarme de verdad cuando llegué a la parte dedicada al terror anabaptista de Munster: no sabía nada de la existencia de un Segundo Jerusalén en Munster, una ciudad tomada por los anabaptistas. Ríete de cualquier manifestación inquisitorial... Aquel fervor religioso deriva en la pura demencia. Picada por la curiosidad, pues son demasiado terribles los hechos narrados, busqué y encontré que estaban basados en hechos reales. A partir de ahí, leí el Epílogo, donde la autora detalla cada paralelismo entre su personaje y humanistas reales, cada pasaje construido a partir de un hecho real o cada referencia a procesos inquisitoriales reales: los nombres, las muertes, las enfermedades, las ejecuciones, nada está dejado al azar en Opus nigrum.

Es cierto que el ritmo de la obra es lento y que abundan los pasajes en que los personajes debaten sobre lo divino y lo humano y que eso fue lo que me aburrió hasta lo indecible en la primera lectura, pero tampoco se puede negar que ahí radica también su encanto.

Hoy, sobre las cuatro y media de la tarde, dejaré este libro en el banco que hay en la sala XIV del Museo Arqueológico de Sevilla, frente al Mercurio de Sevilla.