"Aunque se inició en la novela con El fulgor y la sangre, retrato de la asfixiante atmósfera de España tras la Guerra Civil, y se consagró con Gran Sol, Ignacio Aldecoa (Vitoria, 1925-Madrid, 1969) siempre quiso ser narrador de historias, un Tusitala, como su admirado Stevenson. Y es sobre todo en los cuentos donde deja constancia de su postura ante la condición humana, su rebeldía contra el sistema y una capacidad inagotable para soñar viajes y aventuras que sitúan al hombre frente a la naturaleza.

'Young Sánchez miraba la cara del ex campeón. Una cara con mucha leña encima'. Además del mecánico que sube a un ring para salir de pobre en este relato, componen la realidad cruel de la posguerra (de a que el autor es el principal testigo de la generación de los cincuenta) trabajadores de todos los oficios empeñados en sobrevivir (Santa Olaja de acero), perdedores y maltratados (Seguir de pobres) y algún representante de la burguesía triunfadora en Los biseñés de don Ramón."

Más que relatos a la antigua usanza, con un planteamiento, su nudo y el desenlace, los cuentos me han parecido escenas de la vida cotidiana. Como en toda recopilación de cuentos, me resulta difícil hacer una evaluación del conjunto, porque algunos me han gustado más y otros menos, aunque en todos me ha gustado el ritmo narrativo: como ya decía, me han parecido escenas de la vida cotidiana, y como tales la prosa es tranquila, como si fuera una estampa, con la quietud de lo que se sabe y se conoce por ser casi rutinario. Incluso en el cuento de la locomotora, en la que se viven momentos de tensión por haber un problema en la vía, la manera de contarlo es en cierto modo desapasionada (para mi gusto).

Este ejemplar salió de Mairena del Alcor, de casa de una usuaria de la web Nolotiro.org que nos donó un montón de libros.

Quedamos a las siete de la tarde en la Plaza de América, en el Parque de María Luisa, para empezar a liberar desde allí como hacemos siempre.